22 oct 2010

El Cerezo



"En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándolo en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que sólo espera que regrese la vida."


"El cerezo se ha despertado. Ya había renunciado a todo; se sentía demasiado viejo para nada y se había preparado para el final. Se había resignado a no volverla a ver, pero abrió los ojos y allí estaba ella: la vida; caprichosa, sin dar explicaciones, como ella siempre ha sido. Se ha presentado con más ganas que nunca, y el reencuentro ha sido el más apasionado y exuberante que hayan tenido jamás. El cerezo entero es una fiesta de flores blancas."

"Las cerezas ya deberían estar maduras, pero el árbol no está por la labor. La altitud y el frío le tienen confundido, y la vida se plantea volver a abandonarlo. Esta vez, el cerezo cree que no lo soportará. Si la vida le deja... No puede pensar en nada más. Cómo va a ocuparse de las cerezas; además, no se siente con fuerzas para sacarlas adelante él solo. Antes necesita saber si ella se quedará o no."

"El cerezo aún estaba oyendo caer a su vecino (el eucalipto) cuando ha sentido el mordisco ruidoso que ha empezado a quitarle la vida y que acabará separándolo definitivamente de su amada. Sólo le consuela saber que, esta vez, se la han arrebatado; esta vez ella no le ha abandonado, ha seguido queriéndole hasta el final. Sí, la vida siempre le quiso."

"Don Severino se ha identificado tanto con el cerezo, que no sólo ha sentido lo mismo que el árbol en ese instante, sino lo que sentía cada otoño, la pena que le embargaba en cada abandono."

Fragmentos extraídos del muy interesante libro de Robe Iniesta, El viaje íntimo de la locura.

15 oct 2010

LIEBESTOD

Siguiendo las notas musicales que aparecen en mis últimas lecturas, destacaré la Ópera de Wagner, Tristan e Isolda, que aparece en el interesante libro de Fernando Trías de Bes, El coleccionista de sonidos.
El aria de la muerte de Isolda (Liebestod), "perfecta alegoría del hálito de la muerte y del amor", donde "La orquesta describe un crescendo que simboliza el extasis carnal, y la voz de la soprano, otro crescendo que representa el éxtasis mortal. Un aria sin tonalidad, acordes que jamás se resuelven y que sumen en una infinita ansiedad al oyente...hasta que el cenit sexual y la muerte se unen en un estruendo de la orquesta y de la voz: el momento en que el supremo deleite es alcanzado, el momento de placer eterno que sólo se halla en la muerte, el momento en que Isolda muere de amor al ver fallecer a Tristán"